Se trataba de un mono muy compasivo que abría su corazón a todos los animales que encontraba.
Un día conoció a una tortuga macho y trabó una buena amistad con ella. Tortuga y mono pasaban muchas horas al día hablando de sus cosas. Pero la tortuga hembra comenzó a sentirse molesta porque su marido estaba demasiadas horas fuera de casa. Pidió explicaciones y la tortuga macho le explicó que había trabado una gran amistad con un cariñoso mono con el que podía hablar de muchos temas y enriquecerse con su amistad y sus sentimientos siempre bondadosos.
La esposa, entonces, quedó presa de los celos y se dijo:
– Debo hallar algún modo de acabar con ese maldito mono.
Ideo un plan perverso y lo puso en acción. Comenzó a fingir que había adquirido una rara enfermedad muy peligrosa y que ponía en riesgo su vida. El marido estaba realmente preocupado.
-¿Qué puedo hacer por ti, esposa?
La tortuga hembra dijo:
– Mis órganos están muy débiles.
– En cualquier momento puedo morir.
– He consultado a la tortuga curandero y me ha asegurado que sólo puedo salvarme si como hígado de mono.
La angustia atenazó al marido. La esposa insistió:
– Necesito hígado de mono o moriré; te lo aseguro.
– Tú tienes amistad con ese compasivo mono.
– Si es tan bondadoso, como siempre dices, no durará en ofrecerte su hígado para salvar mi vida.
La tortuga macho fue a hablar con el mono y le mintió:
– Amigo mono, mi esposa desea conocerte y procurarte los mayores atenciones.
– Ven a comer a nuestra casa.
Las tortugas vivían en medio de un estanque y el mono no sabía nadar. Preguntó:
– ¿Y cómo llegaré a vuestra casa?
– Muy fácil, amigo; sólo tengo que llevarte sobre mi caparazón
– Magnifico – dijo el mono satisfecho y anhelando conocer a la esposa de su buen amigo.
Comenzaron a cruzar el estanque, el mono sobre el caparazón. A medio camino la tortuga dijo:
– Tengo que decirte la verdad.
– Necesitamos un hígado.
– Mi mujer esta muy enferma y tiene que ingerir hígado de mono si quiere salvar la vida.
El mono, que era intuitivo, enseguida captó las intenciones de la tortuga hembra. Aparentando la mayor naturalidad dijo:
– ¿Cómo no me los has dicho antes?
– Resulta que he olvidado el hígado en mi cabaña, sobre el árbol.
– Pero ya sabes cuánto te quiero, así que volvamos y lo cogeré.
– Si tu esposa está enferma, yo la ayudaré encantado.
Volvieron hasta el refugio del mono y éste trepó por el tronco del árbol. Desde allí le exclamo a la tortuga macho:
– ¡Pobre tonto tu mujer te ha engañado!
– No puedo seguir asociado a alguien tan necio.
– Ella es perversa y tú, simplemente, bobo.
– Te deseo todo lo mejor, créeme, pero no vuelvas por aquí.
Bonito cuento, me gustó… uno no debe asociarse ni con personas necias incorregibles, ni con aviesas, tampoco se debe sentir odio ni resentimiento, pero asociarse con ellos es perjudicar el crecimiento personal
Gracias José por dejar tus palabras y compartir :-)
«El maestro dice….. La compasion no tiene nada que ver con la firmeza»
Me encanto:)