El Emperador le dijo a Kyoyu:
– Eres un gran hombre, he decidido que te voy a regalar mi imperio.
– ¿Lo aceptas?
Pero Kyoyu en vez de alegrarse, se enfadó mucho y dijo:
– ¡Tus palabras han ensuciado mis oídos!
.. y se fue a un río cercano y se lavó las orejas a conciencia. A esto, pasó un amigo suyo con una vaca, y al verle le preguntó:
– ¿Qué es lo que estás haciendo, Kyoyu?
– ¿Por qué te lavas las orejas con tanto cuidado?
– ¡Calla, calla!, hoy no es mi día.
– El emperador quería hacerme su heredero. ¡Me quería dejar el Imperio!
– Mi oídos se han ensuciado con tales proposiciones, por eso me los estoy lavando.
– ¡Vaya! – dijo el labriego-.
– Y yo que había traído mi vaca al río para que bebiera.
– ¡ahora resulta que el agua está sucia!
Fuente: tradicional Zen