Era una niña de ojos grandes como lunas, con la sonrisa suave del amanecer. Huérfana siempre desde que ella recordara, se había asociado a un acróbata con el que recorría, de aquí para allá, los pueblos hospitalarios de la India.
Ambos se habían especializado en un número circense que consistía en que la niña trepaba por un largo palo que el hombre sostenía sobre sus hombros. La prueba no estaba ni mucho menos exenta de riesgos.
Por eso, el hombre le indicó a la niña:
– Amiguita, para evitar que pueda ocurrirnos un accidente, lo mejor será que, mientras hacemos nuestro número, yo me ocupe de lo que tú estás haciendo y tú de lo que estoy haciendo yo. De ese modo no correremos peligro, pequeña.
Pero la niña, clavando sus ojos enormes y expresivos en los de su compañero, replicó:
– No, Babu, eso no es lo acertado.
– Yo me ocuparé de mí y tú te ocuparás de ti, y así, estando cada uno muy pendiente de lo que uno mismo hace, evitaremos cualquier accidente.
Maestro: Permanece vigilante de ti y libra tus propias batallas en lugar de intervenir en las de otros. Atento de ti mismo, así avanzarás seguro por la vía hacia la Liberación definitiva.
Me encanto este cuento,bueno todos me gustan, estoy de vacaciones y no puedo dejar de leeros,hoy mismo he leido este y me atrajo con su verdad,nos tenemos que aplicareste cuento mas de uno,incluida yo,asi seremos mas felices y podremos entregarnos a los demas completamente.
Hola Marilo! Qué bien que nos sigues leyendo en tus vacaciones … gracias por tu aportación y tus palabras. Dicen que la distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento ;-) Abrazo Joost
jajaja,denada Joost,pero en realidad te doy las gracias a ti por estos cuentos que tanto nos enseñan.Es imposible encender el ordenador y no leer aunque sea uno solo.Un saludo.
:-)