Hace mucho tiempo, vivió en el Japón un ladrón célebre por su audacia. Robaba en el palacio imperial y la guardia era incapaz de sorprenderlo. Pusieron precio a su captura.
Una noche entró a robar en una lujosa mansión y el hijo del propietario, un niño pequeño, se levantó de la camay empezó a jugar con el ladrón sin ningun temor. Éste quedó muy impresionado y jugó con el niño hasta el amanecer.
Después se entregó a las autoridades y pidió perdón. La inocencia le transformó.
Fuente: historias Zen de Taisen Deshimaru