Ramón iba caminando al atardecer por una playa desértica.
Mientras caminaba, divisó a otro hombre a lo lejos. Al acercarse, notó que el hombre se agachaba constantemente, recogía algo y lo arrojaba al agua. Una y otra vez lanzaba cosas al océano. Cuando Ramón se acercó más todavía, vió que el hombre recogía estrellas de mar que se habían clavado en la playa y una por vez, las iba devolviendo al agua.
Ramón se acercó al hombre y le dijo:
– Buenas tardes.
– Siento mucha curiosidad.
– ¿Qué está haciendo?
El hombre le respondió:
– Devuelvo estas estrellas de mar al océano.
– La marea está baja y todas estas estrellas quedaron en la costa.
– Si no las echo nuevamente al mar, se mueren aquí por falta de oxígeno.
Ramón respondió:
– Ya entiendo
– Pero ha de haber miles de estrellas de mar en esta playa.
– Es imposible agarrarlas a todas.
– Son demasiadas.
– Además, seguramente esto pasa en cientos de playas a lo largo de toda la costa.
– No se da cuenta que no cambia nada.
El hombre sonrió, se agachó, levantó otra estrella de mar para arrojarla de nuevo al mar y respondió:
– ¡Para ésta estrella de mar, sí cambió algo!
Maestro: un mundo mejor y más justo empieza con uno mismo. Tu acto individual por muy pequeño que parece, marca la diferencia.
Fuente: autor desconocido
Me gustó mucho el cuento… felicito al autor por su hermoso mensaje.
Sí todos hicieran los que el hombre que recogía estrellas de mar, viviriamos en un mundo mejor.