El santo Joneyed acudió a La Meca vestido de mendigo.
Estando allí, vio cómo un barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle al barbero que le afeitara a él, el barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a afeitar a Joneyed. Y al acabar no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo fue dar además a Joneyed una limosna.
Joneyed quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las limosnas que pudiera recoger aquel día.
Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una bolsa de oro. Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oró al barbero.
Pero el barbero le gritó:
– ¿Qué clase de santo eres?
– ¿No te da vergüenza pretender pagar un servicio hecho con amor?
Maestro: a unos les cuesta saber dar y a otros les cuesta saber recibir … ¿cuándo fue la última vez que te permitiste recibir?
Fuente: cuento de Anthony de Mello
Anúnciate en Contarcuentos
No recibimos de «los demás», sino a través de «los demás» de las manos del AMOR. DAR Y RECIBIR son dos caras de una misma moneda. El que sabe dar y no sabe recibir, en el fondo da para a través de ellos obtener reconocimiento de «los demás». En el fondo está tan identificado con su ego que el que sólo sabe recibir y nunca abre su corazón -si mano- para dar. El que -por igual- DA Y RECIBE es porque sabe que no son «los demás», en realidad, los que le dan o a los que da, sino que es el AMOR el ÚNICO que DA. E inclina su cabeza tanto para DAR como para RECIBIR, porque en ambos casos sabe que está es agradeciendo haber sido escogido por el AMOR como su humilde instrumento.