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Mi padre y mi abuelo siempre me sueltan el mismo rollo. Que si antes se podía jugar fuera con tranquilidad, que la vida iba más despacio y había tiempo para todo, hasta para tener un montón de hijos, que los vecinos se conocían mejor, que nadie pasaba hambre y bla, bla, bla.

Peces

Porque a ver, ¿quien quiere tener un montón de hijos? ¿Quién quiere charlar con los vecinos? ¿Quién quiere matarse de aburrimiento viendo como se va la vida sin quemarla?

Tío, yo paso, paso de todo y de todos… total, para lo que nos espera, mejor a tu bola y que te quiten lo nadao. ¿Qué no? ¿Tu has mirado bien donde vives? ¿Ves la cantidad de mierda que hay a tu alrededor? Bolsas de plástico, botellas, compresas, condones, latas oxidadas, todo el mar está igual. ¿Y has mirado para arriba? ¿Has visto la capa esa pringosa que no deja llegar el oxígeno? Dice mi padre que es aceite, ya ves tu, que sea lo que le de la gana pero que lo quiten porque uno aquí se ahoga, tío.

Y luego están los jodidos barcos… dice el abuelo que antes era una lucha de iguales pero que nada se puede hacer contra las armas de destrucción masiva y selectiva. Porque claro, se supone que solo vienen a por nosotros pero dejan el fondo que pa qué… ni una sola alga, ni un coral en el que esconderse a jugar los chavales que se salvan, que cada día son menos.

Eso es lo peor, tío, ver como esos cabrones tiran los cadáveres de los peques, los que “no interesan”… entonces, ¿para que esas redes tan chicas? Tendrían que coger a sus hijos y traerlos aquí, ver como les falta el aire, la comida, los juegos y la compañía, porque cada día somos menos. Y ya no solo hablo de nuestro banco, ¿eh? ¿Te acuerdas de aquel chaval de la clase que era amarillo con pintas azules y colorás? ¿Cuánto tiempo hace que no ves tú esos peces por estos mares? Ya no hay tío, ya no queda ni uno.

Joder, tengo muchas preguntas y ninguna respuesta… por eso no quiero escuchar a los viejos, mucho pensar y quejarse y poco hacer “¿Y que vamos a hacer? Esperar tiempos mejores y recordar los que se fueron.”

La única que a veces me tranquiliza es mi madre:

“También hay hombres buenos” me repite “Algunos vienen con sus cámaras y cuentan como es nuestro mundo y como de importante es preservar su riqueza. Seguro que muchos les cuentan a sus hijos historias de mar y les enseñan a respetar el agua, la arena y el aire. Y quien sabe, ¡quizás hasta hay algunos que ni siquiera nos comen!”

“Hay que confiar, hijo, hay que confiar y disfrutar de cada minuto porque el pasado no va regresar y el futuro no sabemos como va a ser y debajo de mar poco podemos hacer para que cambie el presente”. Y entonces me sonríe y me abraza y en esos momento, tío, en esos momentos todo está bien.

Escrito por La Luna Roja para el ConcurSlow Microrrelatos organizado por Sloyu y Contarcuentos
Fotografía Flick: «Peces»: Cristina Valencia

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