Un día, en un monasterio zen, se presentó de improvisto un gran maestro. El jefe de cocina tuvo que prepararle al punto una comida. Se apresuró a coger unas legumbres en el huerto, acortarlas y a hacer con ellas una suculenta sopa.
El húesped se tomó la sopa. La saboreó hasta el momento en que se encontró una cabeza de serpiente en la cuchara. Hizo venir al cocinero para pedirle una explicación. Éste, al ver la cabeza de serpiente, alargó el brazo, la cogió y se la tragó de golpe ante la mirada atónita de los presentes. Acto seguido, muy digno, se dio media vuelta y volvió a la cocina sin decir palabra.
Maestro: tragándose en seguida la serpiente, fue de hecho su error lo que el cocinero se tragó. En general, no estamos dispuestos a hacer lo mismo.
Fuente: El dedo y la luna de Alejandro Jodorowsky
relamente esto siempre me sucede nuestros propios problemas no hay que escusarlos hay que soluiconarlos