Un general estaba en su casa, apreciando su colección de antigüedades, cuando de repente casi se le cae un precioso jarrón.
– ¡Oh! ¡Qué susto! – exclamó, y luego pensó:
– He dirigido millares de soldados, me he enfrentado a situaciones de vida o muerte y jamás me atemoricé. ¿Por qué será que hoy, a causa de una vasija, me he asustado de esa manera?
De repente comprendió que el deseo y el apego a lo material había creado una dependencia en él y era la causa de su miedo. Entonces, sin más, arrojó la valiosa vasija y la rompió.
Fuente: cuento tradicional Zen
Muy interesante para ayudarnos a ser efectivamente dependencia de Cristo y no de las pertenencias que son del mundo