Cierto maestro sufí contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre entendían por completo el sentido de la misma.
– Maestro – le dijo en tono desafiante uno de ellos una tarde -, tú siempre que nos hablas nos cuentas los cuentos pero no nos explicas nunca su significado más profundo.
– Pido perdón por haber realizado estas acciones que dices – se disculpó el maestro-, permíteme que en señal de reparación te convide con un rico durazno.
– Gracias maestro.
– Quisiera, para agradecerte como verdaderamente te mereces, pelarte tu durazno yo mismo. ¿Me permites?
– Sí, muchas gracias – se sorprendió el alumno, halagado por el gentil ofrecimiento que recibía del maestro.
– ¿Te gustaría mi querido alumno que, ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo a la hora de ingerirlo?
– Me encantaría, pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro.
– No es un abuso si yo te lo ofrezco. Sólo deseo complacerte en todo lo que buenamente este en mi mano. Permíteme que también te lo mastique antes de dártelo.
– ¡No maestro, no me gustaría que hizieras eso! – se quejó sorprendido a la vez que contrariado el discípulo -.
El maestro hizo una pausa reflexiva al tiempo que interiorizaba y dijo:
– Si yo les explicara el sentido de cada cuento a mis alumnos, sería como darles a comer fruta masticada.
Fuente: Cuentos Sufis, la filosofía de lo simple
mejor ejemplo no pude pensar¡¡ es exacamente lo que necesitan nuestros jovenes mexicanos…..
cual es la enseñanza
Los alumnos necesitan criterio propio, probar las cosas ellos mismos con esfuerzo… para que lo pueden realmente integrar.
Quizás … pero hay que enseñar a distinguir sabores y no siempre se enseña. También Bertrand Russell decía que si diez mil moscas comían m.. no podemos decir que la m… sea una cosa muy sabrosa