INTRODUCIR YOGA EN EDUCACIÓN INFANTIL Y PRIMARIA, curso práctico online para educadores, 2 sábados. Lo que necesitas para empezar a enseñar yoga y mindfulness

«El poder de los cuentos«, formación para educadores, docentes, psicólogos e instructores de mindfulness/yoga que quieren integrar a los cuentos en sus clases o en su práctica.

 

En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.

Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Eliahu transpirando, mientras parecía cavar en la arena.

– ¿Qué tal anciano? La paz sea contigo.
– Contigo, contestó Eliahu sin dejar su tarea.
– ¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?
– Siembro, contestó el viejo.
– ¿Qué siembras aquí, Eliahu?
– Dátiles, respondió Eliahu mientras señalaba a su alrededor el palmar.
– ¡Dátiles!, repitió el recién llegado muy sorprendido.
– El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo.
– Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.
– No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos.

– Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?
– Setenta.
– Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer.
– Recién después de ser palmeras adultas estan en condiciones de dar frutos.
– Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los ciento un años.
– Pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras.
– Deja eso y ven conmigo.

– Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró.
– Otro que tampoco soñó con probar esos dátiles.
– Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto.
– Aunque solo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

– Me has dado una gran lección, Eliahu.
– Déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste.
– Diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.
– Te agradezco tus monedas, amigo.
– Ya ves, a veces pasa esto …
– Tu me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara.
– Parecía cierto y sin embargo, mira ya coseché una bolsa de monedas.
– Y además la gratitud de un amigo.

Maestro: todos los días debemos de sembrar algo, sin importar si vemos los frutos o no.